Compré el Pittsburgh Modular Voltage Lab 2 porque buscaba un acercamiento al mundo modular sin lanzarme al hoyo sin fin del Eurorack. Quería un instrumento autocontenido, flexible, que sonara orgánico e interesante, y que sirviera como una voz diferente frente a mis otros sintetizadores east coast.
Mi primer contacto con el mundo de los patch fue con el Behringer 2600, y aunque siempre me llamó la atención, el mundo modular me parecía caro. Prefería invertir en sintetizadores, drum machines, ordenador y monitores. Ahora siento que ha llegado el momento.
Buscando un acompañante para mi B2600, inicialmente pensé en el Intellijel Cascadia. Sobre el papel parecía un 2600 en esteroides, con todas las utilidades necesarias y un tamaño compacto. Sin embargo, el sonido no me convenció: lo encontré frío y chillón.
Entonces apareció el Voltage Lab 2. A primera vista me sorprendió su estética; es realmente bonito y, aunque pensé que sería más grande, ahora encuentro su tamaño encantador. A medida que exploraba su funcionamiento, entendí que era lo que buscaba, sobre todo por su sonido organico. Me dejé llevar por el oído y acerté.
Al principio me costó entenderlo, pero al tenerlo en casa y leer el manual descubrí su potencia. El secuenciador es asombroso: único y potente, combinado con los módulos de voz poco convencionales da resultados inesperados. Sin entrar en muchos detalles, tiene dos secuenciadores independientes (amarillo y rojo) unidos por otro secuenciador de CV, pads sensibles a presión, humanize, swing, triggers generativos, patch points completos, salida MIDI y ajustes de escalas. Incluso con lo especial que es el panel de voces, el secuenciador es quizás el punto más fuerte del instrumento.
No todo es perfecto. La curva de aprendizaje es empinada, especialmente si no tienes experiencia con modulares o síntesis west coast. Al principio cuesta dominar el flujo de señal y sacarle partido al secuenciador, pero eso también es parte de la diversión.
En cuanto a la fabricación, hay detalles mejorables. Mi unidad se tambaleaba un poco, y al encenderla por primera vez recibí un golpe fuerte en los auriculares, a pesar de tener la ganancia a cero. Sería útil algún tipo de protección para evitar daño auditivo. Los knobs y botones son de altísima calidad, aunque los de afinación de los osciladores son muy sensibles.
Al apagar y encender el equipo, el secuenciador pierde los pasos y hay que volver a ingresar los triggers. Las actualizaciones de firmware también son trabajosas: hay que separar paneles y acceder a los micro-USB internos.
Cada componente del Voltage Lab 2 ofrece muchas posibilidades. El Laboratory Oscillator 1 es excepcional: orgánico, gomoso y elástico, con un sonido único. El Laboratory Oscillator 2 es más convencional y funciona como contraste. Los function generators permiten dar groove y movimiento al sonido, y el Dynamics Controller, en modo Low Pass Gate, aporta un carácter especial. La resonancia no es su fuerte, así que normalmente la dejo en cero.
Es la combinación de todas sus partes lo que convierte al Voltage Lab 2 en un instrumento impresionante, una auténtica bestia. Al principio me costó entenderlo, pero me llamaba constantemente a usarlo, experimentar y dedicarle tiempo, y cada día que pasa descubres cosas nuevas e interesantes.
Estoy a la espera de llevarlo a mi estudio y combinarlo con el B2600 y mis otros sintetizadores semimodulares.
A pesar de los defectos, jamás voy a deshacerme de esta máquina. Es demasiado divertida, demasiado profunda y suena demasiado bien.