Frederik visita Thomann Town

¡La bonita historia del viaje de un cliente a Treppendorf!


¿Has vivido alguna vez una experiencia tan increíble que algo en tu interior te empujase a redactarla? Pues uno de nuestros clientes, Frederik, nos escribió para contarnos la maravillosa historia sobre cumplir su sueño y visitar “Thomann Town”, como él llama a nuestra bonita aldea.  Frederick es un músico profesional de Copenhague con mucha imaginación y un aura poeta. A continuación puedes leer su propia historia, quizás te sirva de inspiración y añadas un punto extra en la ruta de tu GPS las próximas vacaciones…

 


Como músico profesional, solo he comprado online en Thomann. Siempre había visto esta empresa como una “página web” más. Me pasaría horas y horas investigando el catálogo, soñando con lo que quiero comprar en un futuro. Cuantas carpetas, cuantas pestañas en favoritos, cuantas “listas de deseos”, cuantos enlaces enviados a mis amigos y familiares, cuantas pistas para los regalos de Navidad y cumpleaños. El nombre de Thomann está completamente asociado en mi cabeza a cualquier asunto relacionado con equipo de sonido. Como músico callejero itinerante, tengo mucho tiempo libre disponible para pasar con amigos y compañero, y cuando algo les falla, no dudo ni un segundo: Ve a Thomann.

Durante años había oido hablar sobre el mítico sitio donde la tienda online se convierte en realidad. Donde las guitarras cuelgan en filas infinitas y unos angelitos tocan el arpa mientras cantan: puedes llevártelo todo.

Durante mi visita al festival de artistas callejeros en Wurzburg me di cuenta de que estaba a solo una hora conduciendo de ese mítico sitio del que tanto había oído hablar. Decidí posponer mi largo viaje de vuelta a Copenhague y visitar Thomann Town. Cualquier persona en su sano juicio hubiese dicho: ¿Pero por qué no haces el pedido por Internet y así llegarás a casa a tiempo para la cena? Y ahí está la gracia. Este viaje no va sobre comprar, la meta es la experiencia de poder visitar el taller de Papá Noel donde todos los elfos y renos trabajan codo con codo para que músicos de todo el mundo sean felices.

La base central de Thomann está situada al sur de Alemania en un pequeño pueblo llamado Treppendorf, aislado de la civilización, lo que hace que este sitio sea todavía más legendario. Imagina que Papá Noel hubiese montado su taller en Broadway, al lado de una Apple Store ¿no tendría la misma magia no?  Cuando llegué, vi que estaban construyendo un edificio enorme. La estructura de un nuevo departamento de logística. La verdad es que me fijé en que no había casi espacios vacíos. Una construcción de metal  que se eleva hacia el cielo, con filas y columnas de metal, como una Torre Eiffel comprimida.  Está todo tan pegado que es imposible maniobrar un toro mecánico entre las estructuras. Más tarde me enteré de que todo será manejado por robots. Mola… en vez de provocar el Apocalipsis, el Terminator 1000 ha decidido montar un concierto en Thomann Town y bailar calypso.

Un amigo me dijo que lo mejor para ir a Thomann y disfrutar de una experiencia 100% completa era acampar en el parking, y disfrutar de las vistas al pequeño lago que hay en frente. Así podrás entrar en la tienda durante los primeros rayos de luz. No vayas una hora antes de que cierren, sería como llevar a tus hijos a Disneyland una hora antes de que cierren. Ya me imagino la escena; un puñado de tíos creciditos y barbudos con camisetas de grupos de metal gritando “¿por qué a mi?” y “¡soy demasiado joven para morir!” mientras los de seguridad (a los que por cierto no vi) los sacan por la pechera para poder cerrar. No vi ni guardias de seguridad ni rockabillies llorones.

Cerca del lago pude ver una señal de tráfico advirtiendo del peligro de que tu lago acabe en el fondo del mismo lago. En la señal salía dibujada una vieja furgoneta Volkswagen pintada con flores. Mientras me alejaba del lago me acordé de la primera ley de Newton: un Hippy en movimiento permanecerá en movimiento hasta que lo pare un lago.

Y ahí estaba, Thomann Town.

El edificio no era como un Ikea. Parecía que alguien vivía ahí. Una casa con un montón de ventanas, y no un simple cubo gigante.

Cuando salí del coche se rompió una cuerda de mi guitarra. Fue como si mi guitarra supiese que tenía que dejarla por otra más joven y bella… Puse mi mano sobre su hombro y le dije “siempre serás la primera para mi”.

Mientras subía las escaleras me di cuenta de lo emocionado que estaba; un canto celestial me acompañaba. Las puertas se abrieron como si una mano invisible las abriese y ahí estaba. La recepcionista Joana, que se convirtió en mi nueva amiga y compañera de aventuras durante las siguientes horas.Me recibió con una sonrisa y un simpático “Hello”. Me quedé sin palabras por lo que a mi me pareció medio minuto hasta que pude seguir con el protocolo humano y decir “Hello”.

Declaré que había venido a conocer Thomann y que estaba preparado para el gran tour.
Me dio un vale para comer en su T-Kitchen, lo cual me hizo sentir muy especial. Procesé la palabra T-Kitchen de manera verbal con lo que me imaginé que se trataría de un pequeño salón para el té y cocina, con un par de sandwiches en una cestita. Más tarde caí en la cuenta de que eso de T Kitchen seguramente sería una abreviación de Thomann Kitchen y que era un edificio enorme situado en un punto remoto en Thomann Town.
Thomann Town no es el nombre oficial, pero a mi me gusta llamarlo así porque no deja de ser una colección de edificios que forman una pequeña aldea.

Mi objetivo era inspeccionar hasta el último rincón de este magnífico sitio. Y ahí estaba yo, al lado de un chaval haciendo shredding con una tuba, un pelirrojo aporreando un clavecín, y finalmente – la sala de guitarras.

Necesitaba un acompañante, un colega. Y ahí estaba Jannick, el aprendiz de brujo. Enseñando el material y algo no menos importante: el arte de la amistad.
Si esto fuese el paleolítico, Thomann pertenecería a la megafauna. Besar en la primera cita está guay, pero hay que trabajárselo. En T Town los productos no están en fila esperando su primera cita; hay muchos que ni siquiera están en exhibición.
Iba con la mira puesta en los stomp pedals. Se los puedo esconder a mi mujer sin problemas, y como están hechos de madera siempre le puedo decir que los he hecho yo mismo.
El que yo quería no lo tenían expuesto, así que Jannick llamó a su Terminator personal y le dijo que le trajese uno. Tardaría menos de una hora en llegar. Genial, así podía avasallarle con preguntas durante casi una hora.
Te puedes perder en Thomann; corrijo, vas a querer perderte en Thomann. Detrás de cada esquina hay un simpático Thomanner dándote la bienvenida con un simpático “hello” o un simple “what’s up”. Es como una gran familia de apasionados de la música.
Acabé la compra y le solté a Jannick toda la calderilla que me había ganado las últimas semanas tocando por la calle. “No hay problema” me dijo mientras miraba fijamente mi carretilla llena de monedas, condones y chucherías.

Después de pagar, me di un paseo por Thomann Town. Caballos paseando y leña apilada, más señales de tráfico simpáticas y delante de la T-Kitchen tenía el edificio de recogida. Entro en la T-Kitchen y me tomo un estupendo Bavarian Strudel, mientras espero a que Terminator T-1000 acabe de preparar mi pedido.

Y hasta aquí mi día en Thomann Town. Es de esos sitios, como la luna o Graceland, a los que hay que ir una vez antes de morir.
Gracias Joana por ser tan paciente y simpática, y por la estupenda comida.
Gracias Jannick por ser mi compañero de batalla y guiarme espiritualmente.
Gracias a Thomann por abrirme de par en par las puertas “no-virtuales” y permitirme quedarme durante horas y horas en vuestras instalaciones.

 


¿Has estado alguna vez en Treppendorf? ¿Cómo fue la experiencia? ¿Te gustaría venir? ¡Queremos saberlo, cuéntanos en los comentarios! Podéis venir a visitarnos cuando queráis, encontraréis las direcciones aquí:
https://www.thomann.de/es/compinfo_route.html
#MyThomannTrip
¡Os esperamos pronto!

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