El sonido que muchos músicos, particularmente guitarristas, conciben como reverb, de hecho, no es la reverberación natural producida en una habitación o en una sala, sino el sonido de un clásico dispositivo de reverb de muelles o placas:
Este dispositivo se originó con los amplificadores de guitarra de los años 50s y sigue siendo común hoy en día. Una reverb de muelles es un dispositivo simple, con un transductor eléctrico en un extremo, un fonocaptor en el otro, y un número de espirales de muelles entre ambos. La señal de entrada es convertida en un impulso físico gracias al transductor en un extremo de los muelles, esto produce movimiento en los mismos y se convierte de nuevo a una señal eléctrica a través de la pastilla o fonocaptor en el otro extremo. La elasticidad de los muelles resulta en un complejo patrón de movimiento que persiste durante algún tiempo, y esto da un sonido en algo similar a la reverberación natural. Éste puede ser ajustado en cierta medida, variando el número de muelles o con el uso de resortes de diferentes tensiones. La señal procedente de la unidad de reverberación se mezcla entonces con la señal de guitarra seca, por lo general, por medio de un control de mezcla rotatorio.
La reverb de muelles tiende a enfatizar las frecuencias agudas, aunque el resultado no suele ser áspero. Las mejores reverbs de muelles tienen un sonido orgánico y cálido, especialmente valorado por los guitarristas de blues. Al mover o golpear un amplificador equipado con una reverb de muelles, puede producirse un sonido afilado y ligeramente alarmante, parecido al sonido de los efectos especiales de ciencia ficción ¡éste es un aspecto que aún no ha sido emulado digitalmente!
Esta es muy similar a la reverb de muelles, pero utiliza una placa o una hoja de metal en lugar de resortes. El resultado es, por norma general, más bien algo más suave. Las unidades de reverberación de placas son muy voluminosas y fueron diseñadas para su uso en estudio. La reverberación de placas es un efecto de probada eficacia, sobre todo en las voces.
Antes de la introducción del procesamiento digital, las cámaras de eco representaban la única forma de añadir cualquier tipo de reverberación que sonase realista. La idea es capturar la reverberación de un espacio físico real, tocando y volviendo capturar el sonido en ese espacio. El espacio en cuestión puede, por supuesto, simplemente ser el espacio de grabación en vivo del estudio, en lugar de una cámara de reverberación dedicada. La muy particular técnica de emplear el cuarto de baño del estudio para este fin a quedado legendariamente asociada al folclore de los estudios gracias al productor británico Joe Meek).
Hoy en día, las cámaras de eco dedicadas son una forma esotérica (y cara) preservada únicamente en unos pocos estudios de muy alto nivel. Con el fin de competir con la calidad de audio de los procesadores digitales, deben estar muy bien insonorizadas. Para esto, algunos estudios cuentan con características complejas y túneles subterráneos de reverberación especialmente diseñados.
El funcionamiento de un túnel o cámara de reverb es sencillo. El sonido „seco“ (dry) se reproduce desde un altavoz y es captado por un micrófono colocado a cierta distancia. La longitud de la reverberación se logra dependiendo del tamaño de la cámara, los materiales de construcción y revestimientos, y el posicionamiento tanto del altavoz como del micrófono. Para una máxima flexibilidad, tiene sentido captar la mayor cantidad de sonido „húmedo“ (wet) de reverb (en oposición al sonido seco directo desde el altavoz), ya que en última instancia el balance wet/dry se puede controlar posteriormente en la mezcla.
Es fácil pasar por alto el hecho de que muchas de las grandes grabaciones sólo se han realizado en lugares con una reverb natural agradable, tales como salas de conciertos e iglesias. El espíritu detrás de gran parte de la grabación clásica, consiste en capturar una imagen estéreo precisa de un conjunto, incluido el sonido de la sala. Cuando la prioridad es obtener una imagen estéreo precisa, por lo general, se utiliza una simple disposición de dos o tres micrófonos, esto captura de forma permanente cualquier reverberación, junto con el sonido directo. El enfoque opuesto, para una máxima flexibilidad de mezcla, implica múltiples micrófonos cercanos capturando un sonido esencialmente seco. Para añadir reverb a esto, pueden colocarse micrófonos ambientales a cierta distancia del conjunto (a menudo apuntando hacia afuera) y captando la señal por separado.
Por supuesto pueden utilizarse como cámara de reverb una sala de conciertos con gran sonido o un espacio de grabación, como es el caso de las cuerdas de Los Beatles en Eleanor Rigby, que originalmente se grabó bastante seca en Abbey Road Studio Two. Cuando se volvió a re-mezclar la pista unos treinta años más tarde, George Martin utilizó la sala de directo más grande del Studio One, para añadir reverb.