¿James Blake? Me suena…
Claro que te suena. Hablamos de uno de los genios de nuestro tiempo. Se le ha metido en el saco del pop, downtempo, dubstep, ambient, R&B, postdubstep y del soul. Aunque, como todos los grandes, James Blake no entronca del todo en ninguna de esas categorías, su música -y sus declaraciones- se acercan más a los dos últimos géneros que a cualquier otro. El británico ha dicho alguna que vez que solo pretende hacer canciones normales con tecnología compleja. Lo suyo es una batidora sónica en la que aparecen Portishead, Frank Ocean, D’Angelo, Jamie Lidell, Brian Eno, Antony Hegarty o la mismísima Nina Simone. Blake deshace el puzzle y lo vuelve a montar, resignificándolo y recontextualizándolo. Alguien dijo que esa, precisamente, era la definición de arte. Suena fácil, ¿no?
Pues no, no suena fácil, ¿qué me vienes a contar de este tipo?
Cualquier melómano ha escuchado, como mínimo, el nombre de James Blake. Su nombre saltó a la palestra hace diez años, cuando publicó su primer single, Air & lack thereof (escúchala AQUÍ).
Un año más tarde publica su primer, y homónimo, álbum y las expectativas se cumplen: en este escuchimizado londinense que apenas sobrepasa los 20, hay madera de genio. Con su segundo álbum gana el prestigioso Mercury Prize y se consolida como una referencia en el mundo de la electrónica. Desde entonces ha publicado otro disco, por cierto, el celebrado The Colour in anything (2016, Polydor).
Y hasta aquí el repaso a su trayectoria, porque hemos venido a hablar de otro asunto. Desde su surgimiento en el último tercio del siglo pasado, las percusiones electrónicas han causado polémica. Aunque se adaptaron rápidamente a los requerimientos de ciertas vanguardias, en la música popular su uso era denostado y, quien osaba utilizarlas, tachado de hortera o algo peor. Y bueno, seamos honestos: varios discos de esa época son inaudibles hoy en día precisamente por las baterías electrónicas. Qué mal sonaban, por Dios. Pero el tiempo pasa, los cuerpos se ponen feos y la tecnología avanza. Y aquí es donde entra, en la segunda década del siglo XXI, un geniecillo inglés llamado James Blake. No es solo que utilice los pads de percusiones electrónicos por un componente logístico o de versatilidad, Blake emplea estos módulos como una herramienta más, un matiz diferente que aportar a su discurso musical. El cambio es gigante: de ser el hazmerreír del cacharraje musical, a estar totalmente normalizados como un instrumento más, con sus condicionantes y sus características. Blake no es el único, claro, pero nos referimos a él por su condición de punta de lanza de una corriente musical. Así que: hablemos de pads de percusiones electrónicos.
Háblame del equipo de este genio, por favor
James Blake suele utilizar, sobre todo, pads de Roland. La casa japonesa, una de las grandes pioneras en todo lo que a instrumentos musicales electrónicos se refiere, ofrece una amplia gama de pads de un nivel profesional a precios -para bolsillos profesionales- no demasiado desorbitados. En concreto, el británico se encuentra a gusto con los módulos SPD. En este vídeo, por ejemplo, podemos ver a su batería utilizando el SPD-S.
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La joya de la corona, con el que nos entretendremos un buen rato, es, sin embargo, otro modelo. Se trata del Roland SPD-SX…
Y nos entretenemos en este módulo porque, de alguna forma, viene a reunir las cualidades de todos sus antecesores y, además, elimina prácticamente sus posibles fallos. En la web de Roland lo denominan “la adición perfecta a cualquier set de batería acústica o electrónica, configuración percusiva, DJ o teclados”. Obviando el carácter comercial de esas palabras, tenemos que decir que…están en lo cierto. Decíamos antes que el SPD-SX reúne todas las cualidades de sus predecesores, y eso no es del todo preciso, porque lo cierto es que las aumenta, las lleva a otro nivel: ahí está la posibilidad de disparar diversas muestras de un solo tiro, gestionar frases loopeadsas o la reproducción -con total fidelidad– de pistas de acompañamiento. Hablamos de un instrumento que incluye tecnología de ultimísima generación y que aúna versatilidad, practicidad, rapidez y precisión. Palabras mayores.
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El concepto “Módulo de Percusión y sampleo” -disposición y sensibilidad inéditas en las almohadillas de sampleado- hacen del SPD-SX un instrumento único en el mundo. Además, incluydos entradas para sensores/disparadores duales externos, tres unidades multi-efectos, con dos perillas de control en tiempo real y cuatro botones dedicados a los efectos, indicadores Pad Dynamics que informan sobre el estado de cada almohadilla, funcionalidad USB expandida, pantalla LCD retro-iluminada, captura y asignación de audio a través del Multi-Pad Sampling y una memoria interna de 2 GB, permitiendo unos 360 minutos de sampleo autónomos. A este respecto, el SPD-SX trae el programa SPD-SX Wave Manager, que permite gestionar la librería de muestras.
En este vídeo se puede ver, alrededor del del minuto 36:25, al batería que acompaña a James Blake, Ben Assister, empleando este multi-pad.
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Impresionante, de verdad ¿Algo más?
Alternativas, como siempre. Teniendo en cuenta que el SPD-SX cuesta 679 € y que la mayoría de modelos de Roland oscilan por ahí, (el sensacional SPD-SX Sampling Pad SE cuesta 100 € más), hay que buscar otras opciones en el mercado para bolsillos más ajustados. Pero buenas noticias, no sufráis: hay alternativas. Muchas, de hecho
El primer módulo que encontramos en cuanto bajamos el precio es el Clavia Nord Drum 3P, un sintetizador de modelado de percusión con seis canales, multipad integrado y entrada para pad de bombo y una librería con ocho bancos (que incluyen 50 programas, cada uno).
En una gama parecida, entre los 400 y los 600€, encontramos el Yamaha DTX-Multi 12 Drum Pad Bundle y su versión más básica Yamaha DTX-Multi 12.
También hay alternativas muy interesantes entre los 100 y los 300 €. Ahí están, por ejemplo, el Alesis Samplepad Pro, el Roland SPD::ONE Wav, el Alesis Samplepad 4, el Alesis PercPad Percussion Pad por 89€ y una de las opciones más populares del mercado, el Millenium MD-90 Mobile Drum.
Hablamos de un combo con 7 Drum Pads con sensibilidad dinámica, 265 sonidos de percusión y batería, 45 Drum Kits Presets preprogramados, 5 kits de usuario de programación libre y 100 presets de canción memorizables. Su precio se sitúa en 98€.
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Conclusión
Al principio decíamos que la percusión electrónica ha pasado de ser el hazmerreír de los baterías a una herramienta considerable a la hora de hacer música. Por un lado, está la variable tecnológica, el indudable avance que la técnica ha experimentado en estas décadas y que ha permitido que hoy en día encontremos pads mucho más versátiles y enriquecedores. Por otro, y quizá más importante, está el proceso de cómo los músicos han ido digiriendo las posibilidades que planteaban los instrumentos electrónicos y lo han aportado a su discurso artístico. El de James Blake es, quizá, uno de los ejemplos más paradigmáticos. Gran estudioso de la música popular y de la vanguardia, además de músico casi desde la cuna -toca el piano desde los seis años-, ha demostrado que la técnica no es nada sin una mente, sin un elemento humano, detrás. El grado de excelencia que ha alcanzado con su música es la prueba de que la tecnología siempre será el medio, nunca el fin.
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